Resulta que no tengo tiempo.
Que me consumo y no puedo distinguir los minutos en que tan sólo quiero dormir y meterte en 50 segundos de mi vida (o menos)
No puedo darte el placer de analizar el porqué de lo que haces (esas fotos, ese nombre que te pongo cada vez que creo verte)
No hay agua en el desierto más constante a la que pueda aferrarme, cómo esos regalos que llegan de improviso, como esas miradas en el sexto vagón del metro.
Yo se que tenemos un numero y una ventana en la que no coinciden nuestros labios. Se que nací con una indolora capacidad crónica para caer en los hoyos que dejas. Una y otra vez, de distintas formas. Siempre.
Pero hablemos bien, hablemos bonito y corto.
Tu no sabes nada, lo que me convierte en el triste reflejo de un corazón desmedido.
Y bueno, ¿Que podemos hacer? ¿Que pueden hacer tus ojos si ya absorbieron la elocuencia y me la devolvieron como una gran masa sin rostro?. ¿Que le puedo pedir a tus labios si ya completaron la orquesta y han vaciado el salón?
Yo creo fielmente que te conocí para abrazarte con violencia, pero la violencia se ha transformado en fotogramas y aviones de papel. Se ha pegado en los pasillos y los ventanales sucios.
Por lo que ya no quedan más opciones que simplemente sucumbir.
Simplemente estoy demasiado ocupada olvidandome hasta de cómo me llamo
Owari
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