Soñé que no había nada que yo pudiese considerar más vivo que el caminar cansado por los senderos de mis recuerdos.
Soñé que había noches con luz y frío que calaba y golpeaba hasta la última hoja de mis cuadernos.
Soñé y Soñé que despertaría de la dicha de estar loca, locamente hipnotizada por la voz, el tacto y la difusa silueta de un recuerdo (vivo , casi humano, más humano de lo que yo podría llegar a amar)
Soñé y no soñé al recuerdo humano por que sabía que estaba fuera de mis sueños, más cerca, merodeando en la desfachatez de saberse importante.
Soñé la lluvia y se me mojó hasta el alma
Soñé el fuego y me abrazó hasta volverme cenizas
Soñé caminos de tierra y quise levantarme
Soñé con personas que eran libros, historias y luces que se irían sin regresar. Y estaban ahí en un pedazo de sueño que corría como la corriente de un mar furioso y todos sabemos, incluso los que vivimos en un sueño, que el mar arrasa y golpea y que después lo único que queda y que deja... es la calma.
Parir poemas en Cucao (parte 1 ?)
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