domingo, 17 de marzo de 2013

Después de la calma

Soñé que no había nada que yo pudiese considerar más vivo que el caminar cansado por los senderos de mis recuerdos.
Soñé que había noches con luz y frío que calaba y golpeaba hasta la última hoja de mis cuadernos.
Soñé y Soñé que despertaría de la dicha de estar loca, locamente hipnotizada por la voz, el tacto y la difusa silueta de un recuerdo (vivo , casi humano, más humano de lo que yo podría llegar a amar) 
Soñé y no soñé al recuerdo humano por que sabía que estaba fuera de mis sueños, más cerca, merodeando en la desfachatez de saberse importante.
Soñé la lluvia y se me mojó hasta el alma 
Soñé el fuego y me abrazó hasta volverme cenizas
Soñé caminos de tierra y quise levantarme 
Soñé con personas que eran libros, historias y luces que se irían sin regresar. Y estaban ahí en un pedazo de sueño que corría como la corriente de un mar furioso y todos sabemos, incluso los que vivimos en un sueño, que el mar arrasa y golpea y que después lo único que queda y que deja... es la calma.


Parir poemas en Cucao (parte 1 ?) 

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