Yo comencé a hablar con el corazón en la
mano
(Los puños apretados incendiando el ocaso
de un recuerdo)
Y no era fácil poder determinar si aquello
estaba irreductiblemente mal
No era fácil ahogarme en culpas que no
eran tan mías (ni tan tuyas)
Y me acordé que Zahara tenía una canción
que tintineaba con estos acordes mal paridos
(Ascensores prohibidos, pecados
com-partidos)
Yo seguí hablando con el corazón en la
mano
A pesar de la cólera y las miradas
furtivas
A pesar del desconcierto de no estar
parada sobre el mismo espacio (tu espacio)
Las culpas comenzaron a estallar y yo
seguía con el corazón en la mano
Y de pronto estaba desnuda,
expectante a que me lo quitaras y decidieras hacer algún acto de buena fe
(Volver y revolverlo todo, volverlo cenizas
que cuenten historias)
Definirte era querer vivir para contarlo
(y explicarlo en prosas que tuviesen sentido)
El principal problema no eras tú siendo
partícipe de aquel prólogo improvisado
El caos verdadero era (y es) el hecho de
que me conociste
Inevitable y desgraciadamente
Con el corazón en la mano.