miércoles, 1 de junio de 2011

Huellas


Creo que a ti y a mi nos ocurre que a veces profanamos nuestros recuerdos. 
Pero todo eso depende del humor, los días, las hojas de cuaderno, las horas y la angustia de lo que pueda ocurrir si empezamos a mirarnos a los ojos.
Despacio, al azar de un dialogo infinitamente silencioso, empezamos a acordarnos.
Dos mundos distantes, paralelos, casi infranqueables entran en nuestras palabras, en nuestros versos de media tarde, en nuestros sueños que aceptamos con cierto ademan burlesco e insostenible, algo negable de todos modos.
Y como de común acuerdo (como si realmente hubiésemos firmado algo a muerte) nace el silencio
Suelo empezar yo ( y quizás es mas ridículo que querer darme importancia) con mi antiguo culto a las palabras, a la necesidad de darle significado verbal a todo lo acontecido, a las lealtades mal entendidas y peor pagadas.
Entonces me río de una necesidad sospechosa que muchas veces me sirvió para la desgracia propia, talismán tan grande inspiración.
 Basándome en una serie de notas sueltas, muchas veces contradictorias. Proyecto uno de los muchos finales donde tu y yo (Y notese que el ultimo termino me deja en una utópica cercanía tuya) repetimos una obsesiva espiral de proyecciones en que no existen ni puntos, ni comas, ni margenes, nada capaz de apartarnos ni volvernos menos incomprensibles.
Nada capaz de obligarnos a tolerar que el sol salga todos los días, sin la certidumbre de saber que llegada la noche, antes de volvernos a dormir imaginaremos un universo plástico, cambiante, lleno de hermoso azar, habitaciones con tuyyo, cielos elásticos donde el sol de pronto falta ( y eso hace bien) o se queda fijo o simplemente cambia de forma.
Y se vuelve a nuestra imagen y semejanza.


( hesto hes culpa y halgo del henorme río de palabras con sabor ha Cortazar)

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